Una vuelta por el centro comercial 

Hacía mucho tiempo que no paseaba por un centro comercial, simplemente por el placer de ‘mirar cosas’ sin ir con un objetivo concreto. Las cosas han cambiado mucho en los últimos tiempos para mí sobre todo en cuanto al tiempo de ocio. Debido al trabajo y a las obligaciones familiares he tenido que ir reduciendo mi tiempo de ocio hasta quedar prácticamente a ‘cero’. Cosas de formar una familia. Pero luego los niños van creciendo y vuelves a tener un poco de tiempo para perder.

Y ese paseo por el centro comercial me sirvió para recordar viejas sensaciones. No soy una persona derrochadora en absoluto, suelo pensarme demasiado en lo que compro para desesperación de los vendedores. Siempre doy largas: conmigo las tácticas de venta agresivas son contraproducentes, cuánta más prisa se me meta menos posibilidades de comprar. Por eso me gustaba ir de vez en cuando a centros comerciales, solo para mirar, porque allí nadie te suele presionar, como en la tienda gourmet, uno de mis espacios preferidos.

Cada vez que entro en una tienda gourmet y veo mejillones en escabeche, champán de importación y hamburguesa de wagyu me sorprendo con la cantidad de cosas ricas que se podrían comer. Por supuesto, no compro todo lo que me gustaría, pero siempre me llevo dos o tres cosas para probar, simplemente como caprichitos para justificar el viaje.

Y es que las tiendas de alimentación gourmet son como una especie de mundo aparte. No es como el hipermercado que está al lado en el que encuentras los productos de siempre, ofertas de 3 x 2 y todo eso. No, en las tiendas gourmet todo está cuidado hasta en el más mínimo detalle, porque la imagen es muy importante en estos locales: hasta la luz es diferente, más suave que en los supermercados para generar una sensación más íntima. Y así, con una sonrisa en la cara, me llevo unos mejillones en escabeche y una botellita de champán. Tan solo es una hora de paseo, pero es lo que necesito para relajarme y recargar las pilas de nuevo.