Cambios en el dormitorio
Fue una de las últimas cosas que colocamos en el dormitorio. Y es que no soy nada aficionado a las cortinas. No me suelen gustar, pero es que tampoco son muy fan de los estores. Si por mi fuera, no pondría nada en las ventanas, solo las persianas para bajar en caso de que se quiera dormir o moleste el sol, y nada más. Pero no vivo en una casa en mitad de la nada, tengo vecinos cerca y tampoco es plan de abrir nuestra vida a todo el vecindario como si fuese un reality pero gratis.
Así que, al menos en el dormitorio, si me veo obligado a poner cortinas. Me ayudó la madre de mi mujer que es experta en estas lides. Intenté explicarle lo que quería desde el principio para que intentará adaptarse a mis gustos. Mi mujer ya me conoce con el tema cortinas y me deja a mi aire. Yo acepto otras manías suyas y ella acepta algunas mías: la esencia del matrimonio, ¿no? La cuestión es que fuimos a comprar cortinas y dejé que mi suegra las eligiera: lo único que yo quería es que no tocaran el suelo: no soporto las típicas cortinas que quedan sueltas por el suelo.
Pero debe ser que no dimos con la tecla porque no han tardado mucho en deshilacharse y vamos a tener que buscar unas nuevas. El problema es que mi suegra no está disponible y me queda a mí toda la ‘tostada’. Como yo soy el pesado de las ‘cortinas’ mi mujer ha dicho que me encargue yo. Y tiene razón. Así que me toca ir a comprar cortinas, aunque esta vez lo miraré primero por internet a ver qué hay disponible.
No me importa mucho el diseño, aunque sí que he visto algunas de aspecto muy ligero que no me están disgustando. A ver si al final me voy a aficionar a las cortinas y las voy a poner hasta en el baño como mi madre… Bueno, de momento me conformo con elegir bien las del dormitorio: porque también me toca cortar y arreglar… para que no toquen el suelo. A ver cómo queda el experimento.